Tus células escuchan lo que piensas. En su interior guardan cada emoción asociada a las situaciones que vamos viviendo, de tal forma que se fabrica un reservorio inteligente que mora en ellas. Se escribe y se guarda. Igual que cuando escribimos en nuestra computadora y archivamos en una carpeta que queda grabada en el disco rígido.
Además de la memoria personal, alojamos y archivamos la memoria de nuestros Ancestros y de la especie.
Las memorias de esta vida y de todas las encarnaciones.
La memoria de nuestros Antepasados también están alojadas en la profundidad de nuestras células espirituales, y es por eso que sanándolos, liberándolos, nos liberamos y sanamos. Tenemos y somos una parte de cada uno de ellos, de sus ADN. Tan simple y complejo como eso.
Eso nos explica porque tantas veces vamos repitiendo las mismas respuestas ante el mismo estímulo, aunque conscientemente nos prometamos una y otra vez no volver a hacerlo, bajo el pretexto de que ya hemos aprendido la lección. Pero eso es solo un chiste para la memoria de mis células.
Ella tenderá a reaccionar liberando la información que tiene almacenada, es un mecanismo natural, fácilmente activado biológicamente y que responde a una estricta economía de energía.
Repito, lo que ya se encuentra almacenado, el mecanismo biológico tenderá al ahorro de información y energía, utilizando lo que ya existe. ¿Para que más? ¿Para que otra cosa? La biología es clara, sintética, expeditiva, tendiente a la salud, sin utilizar atajos. Va en camino recto.
Al inconsciente no le interesa si algo es real o imaginario, el reacciona de la misma forma a ambas situaciones.
Ejemplo: ante una situación traumática, el recuerdo se graba en el reservorio inconsciente, en la memoria celular y luego si logro revivir esa situación, se activarán los mecanismos fisiológicos, neurológicos, emocionales y psicológicos que cuando la situación verdaderamente aconteció.
El uso de estas técnicas no significa someternos a una tortura emocional, pero no hay manera de sanar si primero no liberamos, descargamos, sacamos todo el resentir, limpiamos el paño.
Saco, limpio, desapego de todas las emociones, las siento nuevamente, las escucho y comienzo a darme cuenta profundamente, a encontrar el sentido profundo, a tomar conciencia en el sentido más estricto.
Luego vendrá un segundo momento de transformación, si es necesario, trabajo con el perdón, hasta entender que no hay nada que perdonar, a nadie, ni a mí mismo, porque cada uno de nosotros vive lo que tiene que vivir en un nivel de experiencia concreto, para aprender y evolucionar. Y esa es entonces la mejor planificación que podemos recibir del Cielo para realizar y completar el proceso.
Me hago cargo, me hago responsable, dejo de quejarme, victimizarme y proyectar afuera lo que yo mismo he colocado en mi interior. Dejo afuera el mecanismo del juzgamiento y la crítica.
Cuando aprendo en el proceso terapéutico a empoderarme, entonces concluyo una etapa de aprendizaje. Fin. Y nuevo comienzo.
Todos necesitamos en alguna etapa de nuestras vidas que alguien nos guíe en ese proceso. Hasta que aprendemos. Y fundamentalmente reconocemos que el maestro está dentro de nosotros.
Porque esa es la idea, aprender a caminar solos, sin bastones ni dependencias, sanando a mi niño herido que es el que reacciona desde su lugar, para luego autorizar a mi adulto para recorrer su propio sendero de vida con las herramientas que ha capitalizado en su interior.
Elizabeth Tarot y Terapias Alternativas
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