Fácil decirlo, pero un tanto complicado de hacerlo. Cuando lo logramos, nos quitamos de encima una de las mayores fuentes de frustración, de rabia, de decepción. Nos hacemos ligeros en cuanto a nuestro trato con los demás y nuestras experiencias y relaciones se vuelven más auténticas, más honestas y mucho más relajadas.
Cuando no esperamos nada de nadie, nos dejamos sorprender, no tenemos expectativas, solo les permitimos a los demás ser, ser ellos mismos, entendiendo que ellos tienen un norte parecido al nuestro, tratando de ubicar su felicidad, de alcanzar sus sueños, de lidiar con sus miedos y sus egos. Nadie se salva, todos vamos por acá proyectando una imagen, influenciando, siendo aceptados o rechazados.
Si dejamos de esperar que los demás hagan lo que creemos que es mejor, de acuerdo a nuestro criterio personal, lo cual le da una connotación bastante subjetiva, aligeramos energéticamente el ambiente, dejamos de enviar pensamientos anticipándonos a los acontecimientos y a las reacciones y nos damos más espacio a nosotros de dedicarnos al momento presente o a algo diferente a armar escenarios con las variables que tenemos.
Si se nos hace imposible tener expectativas en relación a alguien, al menos no nos saboteamos, porque es impresionante, muchas veces le dedicamos mucho más tiempo pensando que el otro nos va a decepcionar con sus acciones, que pensando que vamos a estar felices y conformes con lo que el otro haga. Pensemos en todo caso que el resultado siempre va a ser el más favorable para nosotros, que nuestras expectativas, de no poder eliminarlas, nos saquen sonrisas y si no se dan, que no nos frustren.
Todo el mundo debe tener libertad de acción y de decisión y eso incluye no coincidir con lo que los demás esperan. Si dejamos de esperar la vida fluye mejor. Somos fáciles de decepcionar porque para cada uno siempre hay una mejor manera de hacer las cosas, pero si practicamos liberarnos de la necesidad de anticiparnos, vamos a tener mejores experiencias.
Quizás solo sea una percepción, pero si queremos blanco y estamos esperando ese color y recibimos otro, nos decepcionamos, puede que ese otro sea incluso más bello, sin embargo, la decepción no nos permitirá apreciarlo. Así nos pasa a diario y en lugar de agradecer lo que recibimos, nos lamentamos porque no fue lo que esperábamos. ¿Quieres crear tu vida como te gustaría? Comienza a disfrutar de la vida tal y cómo es, comienza a enfocarte en lo que sí te gusta, comienza a permitirte ser lo que quieres ser, ya verás que mientras menos esperas, la vida más te sorprenderá, porque desearás con el alma.
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